domingo, 26 de diciembre de 2010

Noël, No est.


Los Comedores de Patatas.
-Vincent Van Gogh

Pues bien, heme aquí, madrugada francesa aún en el aire, el espíritu navideño. Uno muy distinto al que se vive en México, pero aún sigue por allí.
Esta Navidad fue particular. No por el obvio hecho de estar fuera de México, sino por la manera en la que viví mi Noche Buena y posterior Navidad.
Esperaba tener la suerte que tuve hace 4 años de pasar Navidad en familia, pero lamentablemente no se dio, al menos no de la manera que yo suponía sería.

Este año tuve la suerte de contar con la compañia de un nuevo amigo, que igual como yo, no fuimos requeridos para el convivio familiar postizo.
Dadas las condiciones pre-navideñas, decidí no dejarme vencer por mi Dementor personal. Así que decidí organizarlo a lo grande, como nunca lo he hecho y haré en México. David y yo nos lanzamos a Leclerc y compramos comida como para 20 (bueno, sólo nosotros dos, pero si era un buen de comida). Hicimos una buena mezcla de costumbres francesas con mexicanas, así que por un lado teniamos naranjas, cacahuates y salsa verde y por otro, Foie Gras, Mónacos, quesos ricos y vinos tinto y rosado.

Tuvimos una agradable desvelada, en mi cuarto de 3 x 3, y descubrí, la gracia de vivir una verdadera Navidad. Para mí fue algo especial y único, porque, a pesar de que la Navidad es un tiempo de dar y amar, muy pocas veces lo he experimentado de este modo.
Abrir mi casa, compartir la comida y brindar por nuestra estancia, fue un gesto que simboliza para mí, la Felicidad de estar vivos, la amistad, el agradecimiento pero sobre todo, la oportunidad de conocer a alguien.
Para mí, fue como recibir al niño Jesús que finalmente llegó a mi casa pidiendo posada.

La imagen que les pongo, es una imagen que expresa lo que viví esa noche. Una noche para reunirse en torno a una mesa, para compartir, lo mucho o poco que tengo para dar.
Y sólo como dato, les diré que también cenamos pollo, con unas ricas Patatas gratinadas que yo hice.

Espero que las Navidades venideras sean tan buenas como esta, y que Jesús siga naciendo en mi corazón año tras año.

Feliz navidad a todos!!!

viernes, 17 de diciembre de 2010

El Refrigerador Vacio


Ya es fin de semestre, Navidad está a la vuelta de la esquina y estoy experimentado lo que las parejas maduras viven cuando los hijos se van. En ese caso, existe una expresión para hablar de tal experiencia: El Nido Vacio.

En mi caso, no son hijos los que se van, sino amigos.

Una vez alguien que yo apreciaba mucho, y en quien según yo encontraba su amistad y todas esas cosas bonitas que uno encuentra en los amigos me dijo:

"¿Cómo puedes querer tanto a alguien que sólo lo conoces desde hace algunos meses?"

Esta frase, aún me sigue causando schok. Pero ahora, y después de varias experiencias fuera de casa, creo tener la respuesta a su tan cruel o nulficadora expresión.

Cuando estás lejos de casa, cuando no tienes hermanos ni mamá a quien recurrir, cuando sientes que estás solo solo, y que todos tus amigos están del otro lado del charco, aparece lo que yo llamo, la pequeña familia. Lo de pequeña es un decir, porque lo que aporta al corazón y al alma no puede medirse.

Los compañeros, amigos de estudio y amigos nada más, se convierten en tu segunda familia. Por ejemplo, cuando estoy triste, sé que si veo a Celien, su simple sonrisa, o su manera de ser, me pondrá mejor. Si quiero hacerme el tonto y no tomar las cosas con tanta seriedad, entonces Michele será el más indicado. Hablar de música y del amor, siempre es bueno hacerlo con Federica. Mi parte latina y artística la encuentro en Irene. La seriedad y las reflexiones de gente grande están con Stephanie. Lethicia es el ejemplo de No woory, be Happy, pero que a la vez le da duro al machete, y es una feminista simpátiquisima. Mattia, es la juventud sería, pensante, a veces inflexible, pero siempre curioso, interesado en el otro y leal.

Y ahora, que el fin se acerca para ellos, que cada quien retoma su vidas, yo me quedo con el Refrigerador Vacio. Es algo curioso pero muy lógico que previo a las partidas, todos vacian sus refrigeradores, hacen las maletas, tiran lo que no necesitarán, limpian, acomodan, reponen, cierran la puerta por última vez, no antes de echar un vistazo, y entregan su llave de 100 Euros.

Pero vaciar el Refrigerador, es también la oportunidad de cocinar todo aquello que no se hizo y de compartirlo con los amigos del camino.

Me quedo con el Refrigerdor vacio, pero con mi corazón abierto a nueva comida con que llenarlo. Y sé, y estoy seguro, que habrá nuevos ingredientes con que llenarlo, distintos a los precedentes, singulares y especiales. Vamos a ver qué tal me va el siguiente semestre, el semestre final, quizás, no lo sé.

martes, 7 de diciembre de 2010

Solitude



...estoy sentado en una silla, al lado de un desconocido. Sobre la mesa hay un diccionario Francés-Español, mi iPod, notas del examen de mañana y mis guantes. Un guante está mojado, porque siempre se me cae al quitarmelo para cambiar de música al iPod.


Enfrente de mí, hay varias mesas, con más sillas, todas negras. Un montón de libros acomodados en repisas.


Escucho "Chicago" de Sufjan Stevens. Esta canción me fascina. Y ni así, estoy cómodo, ni siquiera cuando Kate estaba sentada a mi lado.


Creo que estoy triste, otra vez. Sigo falto de una costilla...

Fuga!


Mis nuevos zapatos me molestan. Aún así me gusta usarlos porque son plateados y me encantan. Me asomo por la ventana del Tram y veo un letrero que dice “Place du Cirque”. Es mi parada, me digo, aunque en realidad podría bajar después, es preferible que no, no he compostado el billete, y siempre hay controladores en “Commerce”.

Hice bien en bajarme aquí, estoy más cerca del bar. La noche es húmeda y hace frio. Volteo hacia los lados y atravieso la calle. ¿De qué sirve mirar a los lados?, aquí los carros se paran siempre.

Camino por la “Rue de trois croissants” y mágicamente llego a mi destino : Le Cercle Rouge. Si, era más rápido de esta manera. Guardo el iPod, y me asomó por la ventana. No está quien esperaba ver. Entro y me doy cuenta que hay caras conocidas.

-Salut!

-Salut!, ça va? – No, definitivamente no está quien esperaba ver. Creo que al chico de la esquina le he visto antes en la Fac. Ah, los franceses. El chico Bretón es buena onda, pero el otro, uff, ya me cansé que cada vez que me ve grita como loco ¡México! y después se avienta una cantaleta de palabras en “Español”. Mejor me siento en la barra, les hago una seña, para que se enteren que tomaré algo.

-Un Monaco, s´il vous plaît.

Es lo único que bebo desde que llegué aquí. No entiendo porque siempre vengo a este lugar, por más que me esfuerzo, siento que no encajo.

¿Cómo es que puede haber gente sentada fuera del bar? Con el frio que hace. Ah, por fin se van, es mejor el calorcito ¿no?

Me encanta el Monaco, es tan dulce. Me lo bebo de una vez y veo a través del vaso. Lo he dejado vacio. Si que estaba rico. En ese instante, una mancha oscura y borrosa aparece justo enfrente de mí, fuera del bar, en la calle empedrada. Por un momento pienso que es sólo una impresión, pero no, no es así. Alguien vestido con una larga túnica negra y capucha, mira directamente hacia mí, no puedo ver su cara, tiene una máscara…

-Merde! Salto del banco y me echo al suelo, las ventanas del bar estallan y todos empiezan a gritar.

-C´est le loup garou!

Si tan sólo fuera eso; no puedo creer que dieran conmigo. Salgo por la puerta trasera y corro. Tengo que hacer algo rápido o esto terminará mal. Escucho un par de pasos correr tras de mí. Mierda, quien me manda venir aquí, estoy seguro que es más seguro aprender italiano en casa.
-A ver si... meto mi mano en una de las bolsas y ¡Eureka! Un poco de agua transgresora. La derramo rápidamente, para hacer un pequeño charco. ¡Venga, rápido!, ya está… los oído más cerca, brinco hacia el charco y grito: ¡Casa!
Todo mi cuerpo se sumerge en agua y siento girar como una lavadora. Un golpe secó me saca de la agitación. Estoy totalmente empapado, boca arriba, tiritando de frio justo enfrente de mi cochera.

-Putain!, me hubiera quedado en casa.

viernes, 3 de diciembre de 2010


Mrs. Dalloway Said she would buy the flowers herself…

Esta sencilla frase, me ha puesto a reflexionar en varias ocasiones. Creo, básicamente, que la razón por la cual me inquieta tanto, es por la carga emocional que esta produce en mí.
Creo también que no es sólo es la frase, sino, todo lo que esta representa para mí. Por un lado, la vida de una escritora la cual yo admiro; Virginia Woolf, y por otro lado, el padecimiento que ella vivía; Esquizofrenia, una enfermedad ligada a lo que hago como trabajo.

También me remite constantemente a la reflexión sobre mi existencia en este mundo. ¿Seré acaso, como la Señora Dalloway, quien insaciablemente busca la aprobación de los otros, y que se da a los demás de una manera filantrópica, afín de ocultar sus debilidades, su soledad y su vacio emocional?

Es hasta ahora, que después de entender un poco el psicoanálisis, llego a una ligera catarsis. ¿De qué manera, alguien que se siente disminuido frente a su ámbito social, puede, de alguna forma sobresalir, y lograr que los ojos de aquellos que antes le ignoraban o le pasaban de largo se fijen en él?

Nunca he ofrecido una gran fiesta, como la Señora Dalloway, pero si he hecho pequeñas o grandes mutilaciones emocionales, afín de buscar y obtener la simpatía de otros. También he sido soberbio y he dejado muy guardado el tan llevado traje de humilde. He mirado sobre el hombro a varios, y me he hinchado como pavorreal, mostrando mis plumas de colores. Mas, muy seguramente como el pavorreal, también he dejado ver aquello de lo que carezco y de lo que por ende me avergüenzo.

La personalidad narcisista descrita por Freud, describe con asombro, mi pasado y mi presente. Pero Freud, hasta ahora, no me ha explicado cómo entender el corazón humano, sus sentimientos y sus fantasmas.

Y ahora, he decidido dejar otra vez mi realidad, escapo de nuevo a un mundo donde nadie me conoce, donde nadie sabe de mí y donde puedo darme la oportunidad de ser otro o de ser el mismo, o incluso ser una alegoría de lo que quisiera ser. Estoy falto de una costilla. Y busco, no encuentro nada, pero busco, tal como Sabines lo dice.

Vuelo de rama en rama, pero no anido, oigo el canto de los pájaros y el murmullo de la gente al caminar por las calles empedradas. Siento el frio de mi cuerpo, sumergirse en la negra noche, en la constante y displacentera ansiedad.

Todo es hostil, mas no eterno. Fluyo como un rio de colores cálidos y fríos, camino sobre nubes y pensamientos positivos. Y cuando sale el sol, me olvido del monstruo que me despierta todas las mañanas.

Esto es momentáneo, me digo, y vuelvo en mí, o al menos en esa imagen de mi yo utópico, el que sólo vive en ocasiones en mi ser, como mi vecino de enfrente, que va y viene cada dos semanas.

Virginia, me fascinas, pero nunca dejes que tus monstruos me lleven al rio, no me gustaría verme flotando entre los barcos o bajo ese puentecito verde que tanto me gusta. Deja que este loco al fin encuentre su aceptación y se olvide de ojos, bocas y comentarios mordaces.
Que el buen Rogers me escuche, y me refleje, que el niño que vive en mí haga por fin mandalas y que el sol salga siempre como en Mexicali, y me queme, y me diga: ¡Estás vivo!