miércoles, 2 de mayo de 2012

3 Meses y contando… (Ensayo Uno)





Aún recuerdo el día que decidí venirme aquí. Me desperté muy por la mañana. Con el corazón que me latía a mil por hora. No sabía qué hacer. Pensé:
-¿Realmente valdrá la pena dar una vuelta al mundo para ver si me aceptan en una maestría?
Las posibilidades eran 50 y 50. En teoría tenía que irme, pero sin dinero, bueno, eso era imposible.
Finalmente hice todo el plan e hice lo inevitable, comprar un boleto de avión con dirección a  París un día antes de salir, como ya es mi costumbre. Todo pasó bien rápido. Me despedí de algunos amigos, rehíce mi maleta, busqué mi pasaporte y busqué desesperadamente el valor necesario para dejarlo todo y sumergirme en algo totalmente ambiguo.
Siempre he creído que tengo el ángel de la guardia más chilo de todos los ángeles en el cielo, incluso pienso que puedo ser uno de los favoritos de Dios, porque las cosas que me pasan son realmente de película, al puro estilo hollywoodense, o más bien Chicaliwoodense.
Una vez montado en el avión, comencé a pensar en el montón de cosas que debía de hacer llegando a mi destino: hablarle a Marie, para decirle que estaba de vuelta, comunicarme con los amigos, Maxime, Méderic y otros. Comprar el tren a Rennes y buscarme un hostal barato.
Podría seguir con los detalles de mi llegada, pero quisiera mejor continuar con otro momento importante, y ese , es este momento.
Justo a tres meses de mi regreso a México, muchas dudas y miedos regresan a mí como aquella mañana en la que decidí venirme a esta ciudad. La realidad en México es de terror. No quiero estar allí, quiero estar en Mexicali con mi gente, pero no en México, no en el México político, Priista, retrogrado, rompe sueños que es ahora mi País. Y no es que Francia sea el paraíso, pero evidentemente me siento mejor aquí, aunque me falten muchas cosas. Pretendo disfrutar del tiempo que me queda tal como un niño disfruta del último día de vacaciones. Pero, ¿qué dejo atrás? Eso , no sabría decirlo, dejo sueños y esperanzas rotas, dejo mis periodos depresivos y un cálculo renal. Dejo mi vida de estudiante, de nuevo, y dejo una gran alegría también. Dejo atrás a Europa, quizás, por un largo tiempo, quizás para siempre.
Dejo mis últimos años de irresponsabilidad, y dejo también lo que fue una parte de mí, que quizás nunca será otra vez. No dejo la felicidad, pero no la buscaré efusivamente. Quiero disfrutar de mis padres el tiempo que Dios les dé de vida en esta tierra. Una vez más quiero comer la rica comida mexicana, y escuchar ese acento norteño, duro, honesto, trasgresor al oído chilango y el más cálido sentido de ser humano que haya conocido.
Una etapa de mi vida termina, y no sé, ni tengo la menor idea de lo que será de esta nueva. Una vez alguien me dijo:
-Deberías ir pensando qué quieres de tu vida, ya está bueno de perder tu tiempo.
Cuando esta persona me lo dijo me molesté, mas lo más sorprendente es que quien lo había dicho en primer lugar fui yo. Ella sólo retomo mis palabras.
A esta edad aún no tengo un Mini, ni una Mac. Tampoco tengo casa propia ni alguien que pueda llevar mi apellido. No tengo una panza de dos metros, ni un vocabulario soez. No tengo tarjeta de crédito ni un carro mata venados. No soy un mexicano promedio, y tampoco soy un erudito, aún me falta mucho que leer, y ni siquiera he empezado aún.
Pronto, dejaré de ser “joven” y el amigo de mucha gente. Habrá quien olvide mi nombre y otros que nunca habrán sabido quien fui.
Para ser honesto, tengo miedo al futuro. No espero ansiosamente el final de los tres meses, y no tengo ganas de encontrarme con nadie. No tengo apetito y ni tengo sueño.
No quiero ver a los Cachanillas hablando ocasionalmente inglés y sobre Jersey Shore. No quiero saber nada de acuerdos migratorios, ni kilos de arroz por votos. Me aburre el Super Bowl y la ropa de “marca” del Mall. No quiero saber nada de la nueva ola e música electrónica en la ciudad ni de las cervecerías artesanales, ni de las crepas de 100 pesos con azúcar glass. No OCUPO, No OPCUPO, No OCUPO, No OCUPO sino, NECESITO.
Iré a remendar los sacos rotos, y rehacer las tasas rotas, todas esas tasas rotas.
Conozco a algo de mí que va a morir.